La depresión es un mal en crecimiento, y la iglesia no es un lugar inmune. De hecho, se estima que alguna vez en la vida, nos tocará a al menos uno de cada cuatro. Esto no implica que nos vaya a hundir permanentemente, sino que al menos nos va a afectar sea directa o indirectamente.

Es una especie de tabú en la actualidad reconocer que se está en estado depresivo, muchos inclusive en la iglesia se sienten avergonzados de reconocerlo debido a la enorme trivialidad con la que se toma un caso de estos. Solemos pensar que reconocer una depresión nos hace menos dignos de Dios, ya que parecería que no estoy confiando en él, cuando realmente en la biblia encontramos varios ejemplos de depresión y de cómo Dios restauró la vida de esas personas, por lo que estamos llamados a restaurar a nuestros hermanos que pasan por esa oscuridad.

Todos tenemos problemas en la vida, todos experimentamos momentos de baja energía y hasta de baja comunión con Dios, y nos algo que deba avergonzarnos o invitarnos al aislamiento, sino que debemos ser honestos con nosotros mismos y buscar ese apoyo en nuestra comunidad espiritual, y los demás que somos comunidad, debemos ser sensibles y amorosos para ayudar a esos hermanos que están con la guardia baja y ayudarles a fortalecerse.

El Dr. Archibald Hart, menciona en unos de sus escritos la siguiente frase: “Es la experiencia de pérdida la que conduce a la depresión psicológica”.

Estadísticamente se dice que las mujeres sufren más casos de depresión, sin embargo, el Dr. Hart dice que no le parece correcta esa aseveración, sino que las mujeres tratan más frecuentemente este mal de manera profesional porque se reconoce deprimida, y por ello es más documentable su caso, pero que en el caso de los hombres en igual proporción lo viven, pero que en vez de buscar tratamiento buscan encontrar efectos placebo en otras actividades que los hagan salir de ese estado.

Pero la experiencia de pérdida está presente en nuestra vida desde el día que nacemos, ya que cada etapa de la vida (infancia, adolescencia, adultez, soltería, etc) nos encontramos cambiando de escenarios y perdemos lo que creemos seguro de manera constante. Por ello procesar la pérdida debería ser para nosotros algo natural, pero no siempre es así.

Se habla de un proceso de duelo ideal como el siguiente:

  1. Crisis
  2. Negación
  3. Rabia
  4. Depresión
  5. Aceptación
  6. Aprendizaje

No obstante, ha ocasiones particulares en las que no logramos sobrellevar el duelo de esa manera, sino que caemos en un ciclo en el que cada vez nos estacionamos más tiempo de lo debido en la depresión, por lo que deberíamos estar conscientes de que la pérdida no siempre es igual.

En Rut 1, 1-22 Noemi experimentó una serie de escenario en medio de los cuales su realidad, y mucho más aún, su percepción le hizo creer que nunca más iba a ser una mujer placentera (que es el significado de su nombre). Vemos como toda la estabilidad de su vida se vio sacudida, su marido y sus hijos murieron. Quedó sola con sus nueras, y con ello, ante una sociedad marcada por la preponderancia de los hombres, una mujer desvalida, sin hijos, sin nietos, y por ende una mujer incompleta, que parecía que ya no lograría ser alguien valioso.

Podemos notar en los versos del 20 al 22, cómo Noemí descarga todo lo que lleva por dentro, y decide que su nombre debía cambiar. Se hizo una con la depresión, con la amargura y el dolor. Hasta inclusive dice que se fue con manos llenas, a pesar de haberse ido con la hambruna, y dice volver sin nada, cuando está renegando de la nuera que le hizo juramento de cuidarla y acompañarla para siempre. Pero eso provoca la depresión nos consume en un estado erróneo de percepción de la realidad, maximizando lo malo y desdeñando lo bueno.

Citando de nuevo al Dr. Hart: “En algunos casos nuestro duelo se confunde y se distrae con la ira y el resentimiento por lo que nos ha sucedido, y nuestra depresión se vuelve intensa e incluso incapacitante”

Hay una propuesta ante este tema de los tipos de pérdidas que se pueden experimentar, y vamos a verlo en este particular caso de Rut:

  1. Pérdidas Reales

Son pérdidas claramente visibles y cuantificables. En el caso de Noemi, la muerte de su marido y sus hijos, así como la despedida de una de sus nueras y quedarse sin ingresos.

  • Pérdidas Escondidas o Abstractas

Son más difíciles de identificar, ya que responden a un tema interno. Por ejemplo, el sueño de un futuro. Como cuando nos separamos de una novia que parecía que sería una compañera de vida. Este duelo y dolor son reales, pero provienen de algo que no ocurrió, sino que está en nuestra mente. Volviendo a la historia de Noemi, podemos identificar el temor por su futuro, su provisión, la soledad en el futuro, el sueño de nietos y demás.

  • Pérdidas Soñadas

Nunca son identificables, ya que solo habitan el imaginario y ni siquiera tienen evidencias a su favor. Por ejemplo, creer que cuando dos personas hablan silenciosamente a cierta distancia, lo hacen sobre mí y eso me duele. El dolor es igualmente real, la pérdida es profundamente triste, pero no tiene una verdad en sí misma. Noemi, se veía a ella como una mujer escogida para sufrir de parte de Dios, y que ya ni siquiera merecía el nombre de Placentera, sino el de Amarga.

  • Pérdidas Potenciales

Están por definición asociadas a una pérdida en el futuro y la especulación. Así como cuando creemos que, si algo sale mal en el futuro, todo lo que tengo se perdería para siempre. Pueden ser posibles o probables, pero aún no son tangibles. Noemi estaba centrada en que en el futuro probablemente iba a morir solo, de hambre y despreciada.

Pero si seguimos leyendo el libro de Rut, descubriremos como en medio de todo un entramado de circunstancias, Noemi fue bendecida a través de Rut, aquella misma que no era reconocida en el regreso de Noemi a su tierra, y de quién se diría que es mejor que siete hijos varones.

Pero la restitución de Noemi fue aún más allá. En Rut 4, 13-17 cita: “Así que Booz tomó a Rut y se casó con ella. Cuando se unieron, el Señor le concedió quedar embarazada, de modo que tuvo un hijo. 14 Las mujeres le decían a Noemí: «¡Alabado sea el Señor, que no te ha dejado hoy sin un redentor! ¡Que llegue a tener renombre en Israel! 15 Este niño renovará tu vida y te sustentará en la vejez, porque lo ha dado a luz tu nuera, que te ama y es para ti mejor que siete hijos».16 Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. 17 Las vecinas decían: «¡Noemí ha tenido un hijo!» Y lo llamaron Obed. Este fue el padre de Isaí, padre de David”

Noemi era de nuevo madre, a pesar que el hijo natural era de Rut, y era reconocida como una mujer bendecida altamente, y Dios le concedió el honor de que ese niño, fuese el abuelo paterno del Rey David, el más grande rey de la historia del pueblo de Israel, y por si fuera poco, vemos como en Mateo 1, 1-6, específicamente en el verso 5 cita a Obed entre la genealogía de Jesús, el Redentor.

Jesús siempre será el Redentor de toda causa, hasta de nuestra más profunda y obstinada oscuridad. Y podemos recordar esas palabras que David dijera en Salmos 30, 8-12:

A ti clamo, Señor Soberano; a ti me vuelvo suplicante. ¿Qué ganas tú con que yo muera, con que descienda yo al sepulcro? ¿Acaso el polvo te alabará o proclamará tu verdad? Oye, Señor; compadécete de mí. ¡Sé tú, Señor, ¡mi ayuda! Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto    y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!